El ultimo cumpleaños
Mi
último cumpleaños
Aquí estoy…sentado en la orilla de la banqueta del antiguo
parque, del que ya solo quedan unas bancas y un viejo roble, más viejo que yo.
Son las 6 P.M y muchos recuerdos se vienen a mi memoria como una tormenta…
Incluso recuerdo que hace exactamente 7 meses mi tía había conseguido el
divorcio, pero, de tantos recuerdos…
¿Cómo pude ser que no recuerde siquiera lo que cené ayer? No hace mucho pasé los 50 años, asistieron mis suegros, mis 2 hermanos, mi esposa, mi madre de 83 años, mi hija única, mi tía, y que par de 2 amigos, que me acompañaron desde la universidad, en aquellos lejanos años 80’, y aunque sólo faltó mi padre, que no sé que pasó con él desde que dejó a mi madre en el 67’, a mis 5 años, fue una fiesta un tanto…rara, pues el pastel no era como a mi me gustaban, era uno sin letras de “feliz cumpleaños 50” o de chocolate, mi preferido, a pesar de mi diabetes, sino, era más una especie de panque, para no más de unas 50 persona, a pesar de que yo quería uno de al menos 5 pisos. Es cierto, quizá sea un poco exagerado, como en aquella vez que fue el cumpleaños N° 15 de mi hija, yo me le acerque, ya con unas copas encima, y le dije unas palabras en público, frente al micrófono y unos 500 invitados, entre los que destacaban su novio, al que yo traté de espantar diciéndole que mi hermano era un mafioso, y que si no dejaba en paz a mi hija, amanecería “durmiendo con los peces”. Con lo que sólo me gané un muy serio y violento interrogatorio por parte de colegas de su padre, pues resultó que el chico tenía influencias en el gobierno, como su padre, que era un distinguido abogado de la secretaría de gobernación.
¿Cómo pude ser que no recuerde siquiera lo que cené ayer? No hace mucho pasé los 50 años, asistieron mis suegros, mis 2 hermanos, mi esposa, mi madre de 83 años, mi hija única, mi tía, y que par de 2 amigos, que me acompañaron desde la universidad, en aquellos lejanos años 80’, y aunque sólo faltó mi padre, que no sé que pasó con él desde que dejó a mi madre en el 67’, a mis 5 años, fue una fiesta un tanto…rara, pues el pastel no era como a mi me gustaban, era uno sin letras de “feliz cumpleaños 50” o de chocolate, mi preferido, a pesar de mi diabetes, sino, era más una especie de panque, para no más de unas 50 persona, a pesar de que yo quería uno de al menos 5 pisos. Es cierto, quizá sea un poco exagerado, como en aquella vez que fue el cumpleaños N° 15 de mi hija, yo me le acerque, ya con unas copas encima, y le dije unas palabras en público, frente al micrófono y unos 500 invitados, entre los que destacaban su novio, al que yo traté de espantar diciéndole que mi hermano era un mafioso, y que si no dejaba en paz a mi hija, amanecería “durmiendo con los peces”. Con lo que sólo me gané un muy serio y violento interrogatorio por parte de colegas de su padre, pues resultó que el chico tenía influencias en el gobierno, como su padre, que era un distinguido abogado de la secretaría de gobernación.
Mis seres queridos, en especial mi esposa, sabían de algunos
percances que había tenido por la culpa del alcohol, y envés de llevar al menos
unas cervezas llevaron un café, pues muchas veces…digamos que me gustaba
pasarla “alegre” acompañado de una buena botella de mi wiski favorito, como
aquella vez que yo junto a mis 2 mejores
amigos de la vida; Carlos y Miguel, nos pasamos de copas en una fiesta que dio
el comité de la universidad (aunque las copas la contrabandeamos nosotros), y
de allí nos pasamos a la casa del Rector, y orinamos su Cadillac rojo, era lo
que el Rector más quería, y que me costó una baja definitiva de la universidad,
hubieran visto la cara de mi madre, pareciera que al recibir la noticia no
pensara en otra cosa que apalearme con la escoba y mandarme a pedir una
disculpa con el Rector, pero yo, un joven de 20 años, con una actitud de
roquero aficionado al alcohol, me negué., aunque mi mamá igual me mandó a lavar
coches para conseguir dinero para la renta, pues nunca supimos nada de mi
padre, y ella trabajaba, ya que mis hermanos eran muy pequeños para trabajar.
Se me hizo un nudo en la garganta cuando vi a mi madre
derramar una lágrima, y quise respetarle y mejor no acercarme.} Aunque la
intriga de saber por qué lloraba me comía vivo. Me acerqué a mi tía, que no
dejaba de fumar, una de sus aficiones, y yo, al tener unas complicaciones en
los pulmones no me podía acercar al humo del cigarro, por lo que mejor salí al
patio. ¡Allí se encuentran ¡ ¡mis mejores amigos¡ “Charls y Mick”, yo era
Richard, por mi nombre; Ricardo.
Me les acerqué para darles un fuerte abrazo… aunque cuando vi
a Carlos, no era el mismo: No era aquel corazón de toro que conocí besándose
con su chica detrás del auditorio de la escuela durante una exposición que
ofreció un importante empresario de sobre comomantener
un buen negocio, ni era el mismo Miguel, no era aquel galán enamoradizo de
19 años y apuesto que el los años 80’. Ya eran grandes y arrugados, más Carlos,
pues su afición al tabaco lo hace parecer más viejo de lo que es. Pero algo
realmente me llamó la atención en Miguel, estaba llorando, algo que sólo hizo
cuando su equipo de futbol no ganó una copa en el torneo nacional de Futbol. Su
esposa lo consolaba, pero el sólo seguía llorando. Yo me acerqué a tomarlo por
el hombro y preguntarle qué pasó, pero me ignoró y prosiguió con su llanto.
Hay estaba mi esposa, aunque no muy radiante como cuando nos
casamos, era la más linda chica de la preparatoria cuando la conocí; era rubia,
ojos verdes, alta, maquillada perfectamente, labios rojos y carnosos, buena
delantera… y la parte de atrás no quedaba nada a deber. Muchos chicos se
preguntaron como rayos fue que yo la logré conquistar, debió haber sido mi
gracia, mi talento en el beisbol o quizá mi perfil de músico amateur… aunque
muchos dicen que fue mi carro nuevo del 79’ que el padre de Carlos me regaló al
ser alguien más en su familia, pues según Charls,
yo era como un hermano para él.
No sé porque tiene esas ojeras, ni ese aspecto de mujer
dejada, me le acerqué y sólo decía “Por qué, si fue al único al que le di mi
amor…” Quise suponer lo mejor, pero no pude, así que acudí con quien sólo me
podían sacar de dudas… sí… ese par de viejos amargados de 80 años… una mujer
metiche, argüendera y hostigosa… y ese hombre…
arrugado, aunque no dado por vencido, de fuerte presencia y porte
elegante, aunque yo sabía que tenía unas 3 amantes más… oooh sí… mis suegritos
queridos… y aunque tan mal me caían, que durante una de mis tantas anécdotas
con mi amigo el alcohol, intenté quemar su casa, pues no querían cederle la
mano de su única y ejemplar hija a un chico que orinó en la llanta del auto del
Rector de la universidad.
Pero a pesar de eso, me sentí mal cuando los vi sentados
frente a una rara caja negra diciendo–por qué Dios, si fue el único que supo
mantener feliz a nuestra hija durante 29 años de matrimonio…-
Fue hay cuando supe que algo andaba mal, es decir, mi mamá
llorando, al igual que Miguel, mi tía fumando como 10 cigarros por minuto, mi
esposa sollozando en silencio, y a mis suegros diciendo algo muy raro…
Un momento… ¿Ese es mi padre? No Puede ser, ¡Es él! , pero,
qué hace llorando junto a esa caja, es mas, ¿Qué hace tanta gente acercándose a
esa caja? Parece que todos son como zombis,
y se supone que es mi cumpleaños… Se supone que deberían estar felices y
felicitándome… ¿pero por qué bajan esa misteriosa caja? ¿Porqué mi mamá trata
de impedirlo? ¿Por qué mis amigos y cercanos no dejan de llorar? ¿Por qué mi
esposa se cubre los ojos? ¿Por qué mi padre sólo arroja una rosa blanca y se
va? ¿Por qué se empieza a ver oscuro? ¿Por qué siento que el aire me falta?...
¿Por qué me empiezo a enfriar…? ¿Por qué no recuerdo qué cené ayer…?
Alan Eduardo Padrón Juárez
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