A Quien Corresponda
Ya
estoy cansado! Cansado de existir sin ninguna razón, siempre me enfoque en el
futuro y me olvide de lo que tenia enfrente, lo que mas me importaba. Me quede
sin amigos, familia, enemigos. Ya todos están muertos para mí, o más bien yo
estoy muerto para todos ellos. El mundo en el que estoy no es muy diferente al
tuyo, solo que en este no hay nadie. No estoy en el cielo o en el infierno,
ninguno de los dos me quiso. A veces que tengo suerte, veo algunos vivos pero
ellos no notan que estoy ahí. He visto como la gente aprende a olvidar. Sin
embargo, heme aquí en el peor de los castigos, la soledad.
9/Mayo/2016
A
quien corresponda,
Tengo
78 años, como no tengo a nadie a quien escribir esta carta te la escribo a ti.
Nací
el 5 de abril de 1938, mi madre se llamaba Elisa, como la obra de Beethoven, y
mi padre Carlos, de origen español.
Cuando
empezó la II guerra mundial, en 1939, mi padre tenía 23 años cuando fue muerto
en la batalla aérea de Luftwaffe, Inglaterra.
Mi
madre, durante la guerra, trabajo en una fabrica armamentista situada en
Londres pero murió al poco tiempo debido a los bombardeos de los alemanes.
En
un intento de salir de Londres, me encontré en una estación de trenes los
cuales llevaban al campo donde tenía unos tíos que residían en unas tierras muy
extensas.
Aunque
mis padres faltaban, la vida con mis tíos fue muy agradable.
Mi
tía me enseñaba educación integral mientras que mi tío me daba consejos de como
abrir un negocio.
A la
edad de 13 años, en el año de 1945, volví a Londres acompañado por mi tío.
Entrando por la calle de Regent Street, había muchas gentes activas rodeadas
por una neblina densa que acariciaba las paredes negras y los escombros de lo
que alguna vez fueron edificios donde la gente trabajaba o vivía.
No
paso mucho tiempo antes de que llegáramos a la posada de “The Prancing Pony”.
No
teníamos mucho dinero y por días solo comíamos pan y tomábamos agua.
A
los 15 años, en el año de 1953, me gustaba mucho el blues, una música suave que
le fastidiaba mucho a mi tío “Esa es música del diablo” decía frecuentemente y
colocaba un acetato de música clásica.
Un
año después mi tía enfermó y mi tío salió de Londres para ir a verla, pero
nunca llegó.
Siempre
quise saber lo que le había pasado pero nunca lo descubrí.
Desde
ese entonces voy al parque de “Picadilly”, le doy diez vueltas a la coronilla
de mi reloj, fumo un cigarro y empiezo a escribir mis sueños destrozados.
Este
es mi último cuento
Sentado en la banca del mismo parque en una
hora solitaria, dando mis últimos respiros, escribiendo mis últimas letras,
fumando mi ultimo cigarro…Adiós.
Thomas
Mcguinnes.
Autor: Luis Román Ruiz Robles
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